Reseña: «El Infinito en un junco» de Irene Vallejo

El ensayo sobre la «invención del libro en el mundo antiguo» va por la 18º edición.

A veces hay que parar y tomar distancia. Solo así se puede recapacitar y aclarar las ideas. A veces, este aire fresco viene de la mano de algún libro especial. «El infinito en un junco» es uno de sus libros sin lugar a duda. Me llegó de la mano de un grupo de lectura (Lecturas en la tribu) y la verdad me ha encandilado. Con gran suerte, lo encontré en eBiblio CyL.

¿De qué trata realmente este ensayo? La editorial, Siruela, lo describe así (y con buen acierto):

«Este es un libro sobre la historia de los libros. Un recorrido por la vida de ese fascinante artefacto que inventamos para que las palabras pudieran viajar en el espacio y en el tiempo. La historia de su fabricación, de todos los tipos que hemos ensayado a lo largo de casi treinta siglos: libros de humo, de piedra, de arcilla, de juncos, de seda, de piel, de árboles y, los últimos llegados, de plástico y luz.

Es, además, un libro de viajes. Una ruta con escalas en los campos de batalla de Alejandro y en la Villa de los Papiros bajo la erupción del Vesubio, en los palacios de Cleopatra y en el escenario del crimen de Hipatia, en las primeras librerías conocidas y en los talleres de copia manuscrita, en las hogueras donde ardieron códices prohibidos, en el gulag, en la biblioteca de Sarajevo y en el laberinto subterráneo de Oxford en el año 2000. Un hilo que une a los clásicos con el vertiginoso mundo contemporáneo, conectándolos con debates actuales: Aristófanes y los procesos judiciales contra humoristas, Safo y la voz literaria de las mujeres, Tito Livio y el fenómeno fan, Séneca y la posverdad… 

Pero, sobre todo, esta es una fabulosa aventura colectiva protagonizada por miles de personas que, a lo largo del tiempo, han hecho posibles y han protegido los libros: narradoras orales, escribas, iluminadores, traductores, vendedores ambulantes, maestras, sabios, espías, rebeldes, monjas, esclavos, aventureras… Lectores en paisajes de montaña y junto al mar que ruge, en las capitales donde la energía se concentra y en los enclaves más apartados donde el saber se refugia en tiempos de caos. Gente común cuyos nombres en muchos casos no registra la historia, esos salvadores de libros que son los auténticos protagonistas de este ensayo.»

¿Tantas ediciones se deben a un libro magnífico? En este caso, es un sí rotundo.

Lo primero que puedo decir, a parte de cuanto he disfrutado con su lectura, es que el libro se me ha hecho super ameno, es más, me ha enganchado y no he querido soltarlo. Si bien es cierto que no se puede mantener ese ritmo de adición de manera constante, la lectura fluye hasta el final. El lenguaje es asequible que, aún con cultismos, se entiende y es fácil (por favor, no, no es ninguna tesis doctoral) en concordancia con su vocación divulgativa.

Es cierto también que es un libro de viajes porque, además de hablar de técnicas y demás parafernalia, te lleva de la mano a diferentes lugares distantes en el tiempo y en el espacio. La imaginación vuela hacia imágenes claras y vivas.

También es un libro para la reflexión, de presente y de pasado. Al final, en los libros plasmamos nuestro saber, lo que como sociedad consideramos relevante o lo que más nos hace soñar. Hay reflexión sobre el conocimiento pero también porque trasmitimos unas palabras y no otras.

Si tuviera que añadir algún aspecto negativo, es que me hubiese gustado que recalcara aún más la voz femenina en la escritura de la antigüedad ya que, aunque es un tema que trata, quizá no con demasiada profundidad. Por otra parte, es un libro que se centra en la cultura del libro europea. Más allá de nuestras fronteras, las referencias son por influencia y no por protagonismo propio.

Mi veredicto final: es uno de los libros que más me ha gustado y más me ha marcado en mi vida lectora.

¿Conocíais este libro?

Gracias por leerme y buenas tintas.